El problema es que las jornadas agitadas y la imposibilidad de tomar una siesta, no permiten a los somnolientos recuperarse durante el día, por lo cual acumulan cansancio sin cesar. Los especialistas coinciden en que esta dinámica cada vez afecta a más personas en el mundo, en todas las edades, causándoles, además de somnolencia, predisposición a ciertas enfermedades.
Un reciente estudio del Centro de Investigación de la Salud de Bergen (Noruega), hecho con 10.000 jóvenes de ese país, entre los 16 y los 19 años, comprobó la relación entre el uso de dispositivos electrónicos y las demoras en irse dormir.
Según este trabajo, publicado por la revista médica en línea BMJ Open, encontró que, en particular, los adolescentes adictos a las pantallas corren el riesgo de tardar más de una hora más de lo normal en dormirse. Dicho riesgo crece un 49 por ciento entre quienes las utilizan más de cuatro horas diarias.
Miguel Dávila, neurólogo y especialista en sueño, dice que el problema con las pantallas es que tienen luz azul que afecta la melatonina, hormona del sueño que se activa cuando es de noche.
“Estamos sincronizados para que la melatonina se active con la oscuridad y ante la luz artificial, esta se frena. Hacerlo persistentemente nos hace enfermar y engordar. Si estuviéramos dotados para trabajar de noche tendríamos visión nocturna”, agrega.
La necesidad de dormir viene de tres factores especialmente, explica Dávila. Primero, por el reloj biológico o ritmo circadiano, por el cual nos da sueño a determinadas horas.
Segundo, la presión homeostática. Esto significa, de acuerdo con el especialista, que el sueño se acumula y, al cabo de muchas horas despiertos, la somnolencia es incontenible.
Por último, está la asociación de la cama con dormir. No descansar las horas correspondientes puede deberse a malos hábitos del sueño, a algunas patologías o a desórdenes con la hormona cortisol, que sucede cuando hay estrés por un viaje o un compromiso muy importante, que nos hace despertar constantemente toda la noche.
Del mal sueño se derivan –dice el especialista– la obesidad, la diabetes tipo 2 y otros trastornos metabólicos, problemas cardiovasculares, de memoria, accidentalidad al conducir, falta de rendimiento, hipertensión, apnea del sueño, infarto del corazón o del cerebro, cáncer de próstata, de seno, colon y recto en ambos sexos.
Recomendaciones para dormir mejor
- Recién nacidos (0-3 meses) entre 14 y 17 horas.
- Bebés (4-11 meses) entre 12 y 15 horas.
- Niños (1-2 años) entre 11 y 14 horas.
- Preescolares (3-5 años) entre 10 y 13 horas.
- Escolares (6-13 años) entre 9 y 11 horas.
- Adolescentes (14 -17 años) entre 8 y 10 horas.
- Adultos jóvenes (18-64 años) entre 7 y 9 horas.
- Ancianos (más de 65 años) entre 7 y 8 horas.