El estado de ánimo se desplaza entre dos polos, la manía y la depresión. En la primera, la persona presenta un comportamiento acelerado y violento, habla sin parar y en voz alta. Igualmente, se irrita con facilidad. Asimismo, experimenta episodios de insomnio, falta de coordinación en sus ideas, desinhibición sexual y aires de grandeza o superioridad.
Ahora, hay momentos en el que se desploma por completo. La tristeza es frecuente así como la apatía, el desgano y las ganas de llorar. Inapetencia, pensamientos negativos, soledad o la tendencia a aislarse también afecta a las personas que padecen esta alteración. Además, este problema perturba el sueño y sienten culpabilidad. La bipolaridad está íntimamente relacionada con el suicidio.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS) es una de las diez enfermedades más comunes que afecta al 2,6% de la población a nivel mundial mientras que en el país norteamericano las cifras casi duplican esta cantidad.
La afección puede aparecer alrededor de los 15 a 20 años de edad y también cerca de los 50, no es estacionaria, sino que tiende a repetirse. Está asociada a otros padecimientos mentales como la esquizofrenia, el autismo, la hiperactividad, desórdenes alimenticios, déficit de atención y depresión, esta última adquirida a causa del estrés.