No solo sirve para endulzar una rebanada de pan blanco o hidratar la piel cuando se aplica como mascarilla, la miel es un alimento que si bien cuenta con un importante número de nutrientes que alimentan y cuidan el organismo, también presenta diversas propiedades que la convierten en un elemento importantísimo para la cura y cicatrización de heridas.
Vitaminas, minerales y gran variedad de antioxidantes son solo algunos de los elementos que presenta este delicioso y nutritivo alimento producido por las abejas a partir del néctar de las flores.
Estos mismos componentes hacen posible las diversas facultades de las cuales la miel es dueña. Hoy nos detendremos en una de estas diferencias: sus propiedades antibacterianas y antisépticas.
La miel y los problemas en la piel
Parece increíble que algo tan dulce pudiera curar, aliviar y tratar diversas heridas en la piel, ¿no? Por fortuna es así, este líquido viscoso es capaz de evitar infecciones y acelerar el proceso de cicatrización, e incluso, también sirve para mejorar la apariencia de los hematomas o moretones.
Las investigaciones la aprueban
La ciencia lo dice, pues estudios médicos recientes aseguran que la miel funciona como remedio natural y mejora diversas afecciones que comprometen la salud de la piel. La explicación que dan es que una vez que este alimento se coloca sobre una herida, se comienza a desprender peróxido de hidrógeno, es decir, un poderoso agente antibacteriano que hace las veces de la mismísima agua oxigenada. Es más, estas mismas investigaciones aseguran que el poder de líquido viscoso es mucho mayor al de muchos antisépticos farmacológicos. ¿Puedes creerlo? ¡Y hay más!
Especialistas en dermatología recomiendan el uso de la miel para tratar afecciones en la piel a causa del acné: aparición de puntos negros en el rostro, sobre todo cuando el comedón ya ha salido y es necesario limpiar la zona, cuando hay barros de gran tamaño que por lo general pueden tener pus, etc.